martes, 14 de abril de 2009

Libro

Salí del teatro. La calle estaba completamente tranquila y sola, junto a ella, un parque con un banco oxidado en la esquina más alejada. Mire hacia todos los lados esperando reconocer algún edificio de la ciudad. Fue inútil. En mi desconcierto que aunque ya era menos, no se desvanecía ni mucho menos viendo ese minúsculo trocito de calle. Decidí dejar la compañía de aquel banco para otro momento, y comenzar a andar. A los poco minutos la curiosidad me lleva a un escaparate de una heladería. Mi saliva me recuerda que allí había algo que verdaderamente me gustaba.

Habían tanto colores... Aun así mis ojos seguían impasibles.




Otro dia sigo con mi libro.

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