La amiga de los 12,
el rollo de los 15,
el amor de los 18,
el desamor de los 21,
la realidad de los 22.
Imitando el apego,
buscando el significado
de las caricias de barro.
Guerra de sin-verguezas,
nuestro primer vicio,
y también el beso
de más de dos minutos
en el escondite de siempre.
Y al fin,
saltamos sin cuerda,
imantamos las lenguas
creyendo que somos inmortales.
Ahora toca la tormenta.
Vagabundos de hombros,
mutilados de la maquinita roja.
Dudas...
¿Solo sirve el amor...
...para follar?
¿Tu, ella, el, yo?
Cambiamos de gafas,
la cerveza ya sabe diferente,
y el beso de anoche también.
Hacemos preguntas más complejas,
con respuestas más absurdas.
Te quitas el diminutivo
para poder dibujar mejor,
y aun sigues confundiendo
un hasta luego y un adiós.
¿De quien fue la ultima condena
de un te quiero drogado?
¿De quien es la sonrisa,
que hay dibujada en el baño?
...
Puede, que de una historia real.
¿O tal vez a los 30,
cambiamos de nuevo de gafas?
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